sábado, 16 de febrero de 2013

La necesidad de cambios estructurales


La necesidad de cambios estructurales

Patricio Echegaray


Las medidas de congelamiento de precios por 60 días tomadas por el gobierno deben ser vistas, a nuestro entender, como un síntoma de la compleja situación económica que, en buena parte como derivación de la crisis capitalista mundial, enfrenta nuestro país.
La puja distributiva que impulsa una carestía de la vida que afecta principalmente a los sectores populares, en el marco del descenso del crecimiento al 1,9% en 2012 anunciado por la presidenta, encienden luces de alerta sobre la economía argentina en 2013 y evidencian la necesidad de encarar de forma firme y consecuente las reformas estructurales profundas que nos lleven a dejar atrás definitivamente la matriz neoliberal que aún condiciona nuestra economía en un país en el cual se ha avanzado en algunas medidas que fomentaron un crecimiento en la distribución del ingreso, pero que aún no ha tomado medidas efectivas por la distribución de la riqueza, la cual ha continuado concentrándose significativamente en el país.
No está de más insistir, la derecha real, encarnada en las grandes empresas, en las 20 empresas que producen el 80 por ciento de los alimentos y artículos de mayor consumo, en los verdaderos grupos de poder económico,  político y mediático, interviene ferozmente en la puja distributiva, extorsiona y pone condiciones, siendo protagonista y responsable en la fijación de precios que provocan inflación.
Como venimos planteando desde el Partido Comunista en diversas oportunidades, y hemos reforzado particularmente en nuestros documentos conocidos como Castelar 1 y 2, debemos sumar al análisis sobre el desarrollo de la crisis, una serie de puntos para debatir el proyecto de país que debemos impulsar.
El proceso argentino está sujeto a la generales de la ley de los procesos latinoamericanos que hasta ahora han avanzado sobre las cuestiones más filosas del neoliberalismo, pero aún no han avanzado en profundos cambios estructurales lo cual, entendemos, es la etapa que debemos asumir. 
Entendemos que librar este debate es fundamental no sólo frente a la derecha que aspira a volver al neoliberalismo salvaje de los 90, sino que también resulta impostergable darlo al interior del campo popular, es decir con el progresismo, con la izquierda y con el propio gobierno.
Sabemos que este es el debate más complejo, un debate que debemos dar sin confundir al enemigo principal, pero a la vez el que encierra la verdadera potencialidad de alumbrar un proyecto alternativo de país.
Como decíamos, los pasos dados en la distribución del ingreso y otras medidas tomadas por el gobierno constituyen un piso que se debe valorar en su real dimensión y defender ante los embates de la derecha. Por eso no podemos confundirnos, defender el piso alcanzado resulta fundamental para cualquier proyecto transformador que podamos impulsar, retroceder en esto solo beneficiara, a mediano plazo, los intereses de la derecha, pero desde el piso alcanzado debemos empujar los cambios necesarios para perforar el techo impuesto por la derecha, los sectores concentrados de poder y las limitaciones que condicionan a sectores del propio gobierno.
Buscar la superación de los problemas económicos que se enfrentan requiere sostener un franco intercambio de ideas al interior del campo popular sobre la necesidad de avanzar sobre la vigencia de algunos espacios claves del modelo neoliberal y del Consenso de Washington.
Por eso, si bien los valoramos, no debemos sacralizar los avances alcanzados y silenciar nuestras críticas por el temor a hacerle el juego a la derecha. El juego a la derecha se le hace cuando se hace seguidismo de sus políticas apostando al desgaste del gobierno como, por ejemplo, sectores autodenominados progresistas, muchos de ellos agrupados en el FAP, realizan cotidianamente, y no cuando se critica al gobierno y se busca aportar marcando sus límites y lo que todavía queda por hacer.
Aún no se avanzó resueltamente en la recuperación del patrimonio nacional entregado en momentos del auge neoliberal como la energía, el transporte ferroviario y marítimo y no se ha avanzado tampoco en el rescate de los recursos naturales. 
Se mantienen las condiciones que garantizan las ganancias extraordinarias del capital concentrado, por lo cual, si bien ha mejorado en parte la situación de los sectores populares, la desigualdad no solo se mantuvo, sino que continúa incrementándose.    
Resulta evidente que si se mantiene esta gigantesca desigualdad, si subsisten las injusticias sociales, si no se toman medidas para disminuir la inflación, estas serán, más temprano que tarde, un caldo de cultivo ideal las para maniobras desestabilizadoras del imperio.
Resolver esto no es posible apelando solamente a la distribución del superávit estatal.
Será necesario afectar a las grandes fortunas, las súper-ganancias, controlar el sistema financiero y gravar su movimiento, es decir, avanzar en cambios estructurales en el sistema económico del país.
Este es el desafío de la hora, y a esto buscamos aportar desde el Partido Comunista. Lo hacemos desde una posición autónoma que de ninguna manera implica neutralidad o prescindencia sino que nos permite apoyar enérgicamente un conjunto de medidas tomadas por el gobierno, sin dejar de aclarar que las consideramos solamente un piso, importante sí, pero un piso desde el cual es imprescindible trabajar para elevar el techo y superar positivamente la disyuntiva de la hora entre radicalización o restauración neoliberal.
Como venimos sosteniendo, a nuestro juicio, esta emergencia requiere de un plan de acción que se articule y con base en los siguientes ejes: la profundización de la integración latinoamericana, la distribución de la riqueza y la reforma impositiva, la recuperación del patrimonio nacional, la transformación del sistema financiero en servicio público, el desarrollo rural sustentable, la promoción de la economía social y la ampliación democrática.
Sobre estos ejes proponemos llevar un debate que debe servir para crearnos mejores condiciones para enfrentar la crisis, pero también como forma de aportar a la construcción de un proyecto de país que debe ser levantado y defendido por el campo popular a través de la construcción de una fuerza política amplia, frentista que sirva como sostén e impulsora de los cambios necesarios.
Esto resulta impostergable en una coyuntura donde, reiteramos, la disputa en nuestro país y en la región sigue pasando entre la radicalización de los procesos de cambio o restauración reaccionaria neoliberal.

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