El
martes 11 de noviembre se realizó en el Comité Central del Partido Comunista un
acto/homenaje a la Revolución Rusa.
Compartimos
la mesa con Atilio Boron y Beto Borro ante una concurrencia que desbordó el
salón de actos de nuestro local. Comparto a continuación una trascripción de lo
manifestado en el acto.
La
Revolución Rusa y el mundo de hoy
Patricio
Echegaray
A
97 años de la gloriosa Revolución Rusa, y más allá de las limitaciones y
críticas que puedan hacerse al desarrollo de la misma, no quedan dudas que como
realidad económica, social y cultural, sigue siendo un dato positivo para la
humanidad.
Tras
su caída, se abrió un periodo de unipolaridad estadounidense en el cual, la
promesa de bienestar general con la que el capitalismo se expandió a todo el
planeta luego de la caída de la experiencia soviética y la derrota del “enemigo
rojo”, demostró en pocas décadas su total inviabilidad, la barbarie a la cual
somete al mundo a través de la lógica de lucro sin límites, financiarización,
militarización e individualismo que le dan razón de ser.
Hoy,
la profundización de esta lógica tiene inmerso al capitalismo en la peor crisis
de su historia, de carácter civilizatorio, sosteniéndose en su hegemonía
militar, provocando una cantidad de guerras focalizadas y muertes a lo largo
del planeta.
Vale
recordar que en 1990, un grupo de Partidos Comunistas escribimos la Carta abierta a las fuerzas revolucionarias
y progresistas, más conocida como la carta de los 5 en donde
caracterizábamos que, a la crisis de alternativa producto de la debacle y caída
de la URSS, le correspondía una crisis del capitalismo que comenzaba a
demostrar su carácter de civilizatorio.
En
esos años difíciles para las fuerzas revolucionarias, donde la hegemonía
comunicacional del capitalismo le permitió esconder los efectos y proyecciones
de su propia crisis, esta manifestación de un grupo de dirigentes comunistas no
fue sólo un acto reflejo de resistencia, sino que se fundamentó en la
convicción de que el marxismo seguía siendo la mejor herramienta de análisis político/social
desde el cual, teniendo en cuenta los aciertos y los errores de la experiencia
concreta sovietica, continuar elaborando un proyecto alternativo de sociedad
que supere al capitalismo.
Mientras
los ocasionales triunfadores de ese momento lograron imponer en amplios sectores
la idea de que la caída del bloque socialista arrastraba consigo todo intento
de pensar un proyecto alternativo al capitalismo, que la contrarrevolución
conservadora había triunfado definitivamente en todos los frentes y que el
capitalismo en su fase neoliberal y las pseudos-democracias occidentales,
concebidas como verdaderas plutocracias por los sectores dominantes, eran la
estación terminal en la historia de la humanidad.
Muy
rápidamente esta fábula voluntarista llegó a su fin.
La
historia siguió en movimiento y los que prometieron paz y bienestar, una vez
liberados del peligro rojo, nos precipitaron en un mundo de guerras,
concentración y financiarización del capital, de desocupación y hambre para los
pueblos.
Envalentonados
con su triunfo en esta “tercera guerra mundial” que se libró en términos
ideológicos y económicos, donde resultaron transitoriamente derrotados los
ideales de la Revolución Rusa, desestructuraron los Estados de bienestar
surgidos en Europa occidental tras la pos segunda guerra mundial, instalando un
modelo de concentración de la riqueza y aumento de la pobreza, mientras
fructificaron las ideas que postulaban la maldad intrínseca del Estado y las
bondades del mercado y la iniciativa privada.
Todo
esto demostró su falsedad, por lo cual decimos que una pregunta permanece
abierta: ¿El camino iniciado por la Revolución Rusa, puede ser continuado?
Hoy,
a 97 años de la gloriosa revolución de octubre y a 25 años de la caída del Muro
de Berlín, seguimos pensando que sí.
Entendemos
que la Revolución Rusa es un elemento poderoso para atraer a nuevas
generaciones y para recomponer la subjetividad revolucionaria de sectores que,
ganados por la derrota, se volcaron hacia ideas de la llamada tercera vía y
pensaron que dentro del sistema capitalista podía haber una salida haciendo de
las reformas su fin.
Por
eso nuestra reivindicación de la revolución rusa no es nostálgica, porque
estamos seguros de que el camino abierto por Lenin y sus camaradas es el que
debemos seguir transitando.
Esto
es así no solo por la justicia y el humanismo que conforman el ideal comunista.
También porque sus enemigos, quienes vencieron en esta tercera guerra mundial
librada en el terreno ideológico, entraron rápidamente en una crisis sin
parangón para el capitalismo en su historia.
Tanta
es la profundidad de esta crisis, que algunos de sus principales ideólogos y
estrategas como Brezinski aseguran que encuentran cierto paralelo entre los
síntomas del deterioro soviético con los actuales problemas internos del
imperio norteamericano.
¿Cuáles
son estos problemas en EE UU?
Brzezinski
menciona seis amenazas.
Primero,
la creciente y con el tiempo insostenible deuda pública. Hoy supera el 60 por
cien del PIB, pero si el país no pone en marcha un verdadero plan de reforma
que, simultáneamente, reduzca los gastos e incremente los ingresos, el mal
ejemplo de otros imperios lisiados financieramente proyectará su sombra sobre
el gigante americano. El imperio español es uno de los que vienen a la memoria.
La
segunda debilidad es su defectuoso sistema financiero. La caída de Lehman
Brothers en 2008 está aún fresca como para que sea necesario detenerse en este
punto.
Tercera
debilidad: la creciente desigualdad, emparejada con una movilidad social
estancada. Esto supone un peligro para el consenso social y la estabilidad
democrática del país. EE UU es en estos momentos la gran potencia más desigual
del mundo.
La
cuarta debilidad, la decadente infraestructura nacional, es muy ilustrativa. Si
una imagen vale más que mil palabras, bastaría observar algunos trenes y
aeropuertos americanos.
La
quinta vulnerabilidad es una población sumamente desinformada sobre el mundo
actual. El americano medio sabe poco de historia, geografía, actualidad
política internacional… y ello se debe, entre otras causas, al dudoso sistema
educativo nacional.
La
última amenaza, relacionada con la anterior, es el crecientemente paralizado y
altamente partidista sistema político estadounidense. El compromiso es cada vez
más difícil de lograr en América. Un presidente como Barack Obama, que ha hecho
del bipartidismo y del consenso sus señas de identidad, ha visto cómo le
resulta cada día más difícil llegar a acuerdos con los republicanos, ya sea en
materia presupuestaria, sanitaria, financiera. Los resultados de las últimas elecciones
parlamentarias son una muestra de esto.
Estas
son las amenazas internas que minan las perspectivas de EE UU más allá de los
periódicos y falsos anuncios de que comienzan a salir de la crisis. Pero no
debemos olvidar que a pesar de ellas, por encima de ellas, sigue siendo hoy,
insistimos, la potencia hegemónica global. Y Occidente sigue dominando, en gran
parte, el mundo.
Pero
al analizar lo sucedido con la Revolución soviética, que muchos propagandistas
han querido vender como la derrota final del comunismo, debemos tener en cuenta a la misma como la
primera y más importante experiencia de construcción del comunismo, pero no la
única y definitiva.
Teniendo
en cuenta esto, debemos pensar críticamente estas experiencias que en nuestros
días incluyen a China, Cuba, Vietnam, Laos, Camboya y Corea del Norte, para
sacar nuestras conclusiones y entender al socialismo como momento de transición
hacia el comunismo que cada experiencia concreta la vive y desarrolla según sus
particularidades.
Otra
de las razones por las que seguimos convencidos de la necesidad y oportunidad
de seguir adelante con las ideas comunistas y la reivindicación de la
Revolución Rusa, son los procesos que se están llevando a cabo en América
Latina y el Caribe.
En
esta región, pese a las dificultades, las incoherencias y las limitaciones que
puedan demostrar los distintos gobiernos, se está desarrollando un proceso de
antiimperialismo, de reformas con sentido antineoliberal que marca un camino en
la lucha por la construcción de alternativa.
Estos
son procesos que no están definidos, pero que por sus desafíos a algunos
aspectos de la lógica neoliberal, despiertan el odio y buscan ser derrotados
por sus enemigos utilizando todos los medios a su alcance, como se demostró una
vez más en este último periodo electoral en Brasil y Uruguay.
La
situación Argentina debe ser analizada en este contexto y nos preocupa que el
proceso sea alcanzado por un retroceso conservador. Su principal debilidad
sigue siendo la ausencia de una fuerza política que sostenga los avances
logrados, que efectivamente busque superar al peronismo que insiste en apostar
a una burguesía “nacional”, local decimos nosotros, degradada, que solo apuesta
a la apropiación y concentración de riquezas.
Esta
es una de las debilidades fuertes del proceso, no existe el sujeto del cambio,
debemos transformar al sujeto social en sujeto político, para esto la clase
obrera debe romper con la hegemonía de la burguesía.
Hoy
vivimos una situación que expresa un verdadero cambio de época y enfrentamos
nuevamente la necesidad de superar al capitalismo y retornar a los ideales
comunistas.
Pero entender
este proceso de doble crisis, no nos puede hacer caer en una simplificación
determinista que prediga que, así como la crisis que atravesó el modelo
socialista llevo a la caída de la URSS, la actual crisis del capitalismo traerá
por sí sola su caída.
Evidentemente
derrumbe per se no habrá, es
necesario la construcción de alternativas, para esto hace falta organización y
una orientación anticapitalista para avanzar en los cambios.
Son
varios los ejemplos que podemos dar, pero solo recordar los efectos de las
inundaciones del hace unas semanas, la falta de resolución de este problema por
los sucesivos gobiernos no hace más que darnos una muestra de la profundidad de
la crisis del capitalismo argentino.
Por
eso, cuando planteamos profundizar los cambios estructurales es porque sabemos
que el capitalismo, como sistema, está imposibilitado para solucionar los
problemas de fondo. Esto no solo plantea problemas de gobierno, sino,
fundamentalmente, problemas de poder, problemas que solo podemos enfrentar
constituyendo el sujeto social, el sujeto político de los cambios.
Debemos
detenernos en este tema porque en la izquierda argentina hemos padecido de una
impotencia histórica en la resolución de estos temas.
Para
no irnos muy lejos en la historia podemos recordar que tuvimos una oportunidad
en los 70 cuando se constituyeron las Juventudes Políticas, pero cada corriente
privilegio su visión por sobre el conjunto, por sobre la unidad y ya sabemos lo
que pasó.
Sin
duda otro momento se dio con la capitulación de Alfonsín y su declaración de la
Economía de guerra, en ese momento, pese a la masiva movilización popular y a
la indignación reinante tampoco se logró constituir la fuerza necesaria para
enfrentar la situación y, como resultado, la burguesía y el imperialismo
pudieron abrirle las puertas al menemismo y la barbarie neoliberal.
Más
adelante, frente a la crisis del 2001, una verdadera crisis orgánica del
gobierno burgués que generó para el movimiento popular grandes posibilidades si
se seguía el camino de la unidad y la organización, término marcando un nuevo
desencuentro que culmino con la llegada de Kirchner al gobierno de la mano de
Eduardo Duhalde y la recomposición de la gobernabilidad tras el horizonte de
instaurar un capitalismo “nacional”, un capitalismo “serio”.
Hoy,
es evidente que la posibilidad abierta de que la restauración conservadora
avance, está facilitada por la ausencia de voluntad del gobierno de haber
constituido una fuerza política que sustente los cambios realizados. Sabemos
que la responsabilidad no es solo del gobierno, que a las fuerzas de izquierda
y populares nos cabe también una buena parte de responsabilidad, pero esto no
significa que la responsabilidad mayor recae sobre quienes hegemonizan el
proceso político.
Estos
pocos ejemplos, podríamos dar otros, demuestran que estamos ante una tarea que
requiere toda nuestra inteligencia y nuestra voluntad.
La
inteligencia y voluntad que tuvieron los revolucionarios de octubre.
Por
eso entendemos que la Revolución Rusa tiene ya para nosotros muchos aspectos
que forman parte del balance histórico, y yo, Patricio Echegaray, no dudo que,
en el futuro, la misma sea considerada como un particular primer ensayo de
superación del capitalismo que debe ser analizado críticamente.
Pero
entre los grandes aportes que no se pueden discutir, como el haber derrotado al
nazi-fascismo, la razón fundamental por la que el imperialismo, el capitalismo descarga
tanto odio sobre este proceso histórico es que el mismo represento el primer
salto de calidad en gran escala de lucha anticapitalista.
Obreros,
campesinos, soldados, dirigidos por el partido de Lenin, se organizaron y
demostraron que era posible vencer y establecer un gobierno y un poder
revolucionario y bajo su inspiración se desarrollaron todos los procesos
revolucionarios del siglo XX.
Por
eso la Revolución Rusa es nuestro faro, una luz que nos sigue guiando en el
camino revolucionario. Valorar la Revolución Rusa es refrendar nuestra
identidad y nuestro compromiso con la revolución y con el comunismo.